lunes, 17 de diciembre de 2012

Tríptico temporal.




Suena la sirena.
No sabía quién era.
En Ella
un desgarro. 
Desliza lentamente sus dedos por el recuerdo. 
El pasillo era infinito –lo sigue siendo–. 
Suena la sirena en todo el colegio.
El sol calienta la arena, los sillines inválidos del columpio, las ventanas de la última planta desde las que se veía el mar y soñaba con llegar a cualquier sitio que estuviera lejos, muy lejos.
Los ecos azulados de su voz aún continúan en esa explanada vacía donde explotó el futuro, donde dio su primer paso hacia el horizonte, donde se encontró de bruces con la vida, donde se manchó el babero tantas veces con zumo de piña.


Suena la sirena del colegio.
No sabe quién es.
Y en Ella
un desgarro.
Sigue siendo pequeñita en un cuerpo algo cambiado.
"Deja de soñar, deja de sentir demasiado". (Intentaron que aprendiera a hacerlo, pero no lo lograron.)
Desde entonces ha amado. Busca.
Le aterra imaginar todos esos lugares adonde no llegará nunca.
Se masturba el alma con las yemas de los poemas, con la lengua caliente de la página plagada de versos. 
Una planta carnívora reposa sobre su pubis. 
Las estrellas se golpean unas contra otras en sus muslos, la luz busca su eje, las manos resplandecientes no alcanzan a tocar el corazón de la herida, la cicatriz clandestina.
Olor a estrella quemada.


No sabe quién será.
En Ella
un desgarro.
Haber amado. 
Haber amado tanto
a todos y a todo y a nadie.
Amar hasta los huesos, amar los espacios vacíos.
Peinarse una y otra vez las alas.
Haber amado, haber amado tanto...
Y seguir buscando.



sábado, 8 de diciembre de 2012

Espejo sin cristal.




Hace un rato me he vaciado de poemas. Tuve que meterme los dedos hasta el alma
para limpiarla. Y ahora, de nuevo, mírame… se reproducen, se van multiplicando cada vez que siento que tu sombra se acurruca junto a la mía, cada vez que la distancia nos va apretando cada articulación, una a una,  nos deshacemos, y ahora, justo ahora emergen, de nuevo, me arden los poemas debajo de la lengua. 
Ahora sé que hay besos que se enmarcan en un papel en blanco.  
Ahora siento un escalofrío al recordar que me abrazaste, desnudos de tinta. Que me abrazaste, en pasado.
Y yo destruyo. En presente. 

Solo puedo ir alejándome  (de todo lo que no me acerque a ti), me alejo, cada vez más, y más… me aproximo al ruido. Aquí solo hay ruido.
Se han ido sucediendo rápido, ahora lo sé, los sentimientos se fueron escondiendo en los bolsillos para resguardarse del frío. Y me alejo cada vez más, más, más, MÁS. 

Te toca a ti: Dices adiós sin decir nada. Vas arrancándome el carmín poco a poco, le das unos cuantos sorbos a mi corazón y apagas las luces
para después no tener que recordar cómo te estoy mirando ahora, mientras me alejo cada vez MÁS y MÁS y MÁS, mientras tratas de sentir cada vez menos.

Si estoy aquí parada, justo en mitad de este sueño torpe que nos ha nacido alrededor, que ha mamado de nuestras vidas, si estoy aquí, aunque no tenga sentido, es porque necesito que no seamos nosotros mismos, escúchame, necesito darle tregua a la conciencia de este tú y este yo, y ser nada, ser dos desconocidos que trazan un inicio, que se van acercando cada vez MÁS, MÁS, MÁS.