viernes, 23 de agosto de 2013

A propósito del quizás.






ignoro si estarás
a l   o t r o   l a d o.

si acaso trato de entender
tu silencio,
la mancha del quizás
colgada en las paredes de mi vida.

no sé de qué huíamos.
sé que siempre había un verso
cabalgando entre nosotros.

cómo dejar de encontrarte
en tantos poemas,
cómo negar
que eres esa fracción de mundo
en el que reside una eterna infancia.

volveré a morder el adiós
en el patio de un recreo 
que se queda vacío.

me tropezaré con tus ojos
en cada hogar 
que crea vislumbrar,
aunque después solo sea
un nuevo espejismo.
me esperarán
los labios mojados
de alcohol 
y promesas falsas,
me esperará también
la luz
siempre lejana,
el escenario,
el caos,
la silueta tiritando
entre la multitud,
el tiempo despedazado
a ras de tu nombre.

perdóname si admito
que tengo miedo
a que ahora solo arda
un espacio en blanco,
a que solo haya 
una ciudad temblorosa
e idéntica, una sola ciudad,
una maldita y preciosa ciudad
repitiéndose
en todas las ciudades,
a que se acumulen los verbos
abandonados
en cualquier esquina de nosotros,
a dejarnos ser,
a flotar eternamente
en el aullido,
a comprender
demasiado tarde
que vamos en camino, 
siempre en camino,
sin llegar 
nunca
(a nadie).




miércoles, 7 de agosto de 2013

Ahora que solo quedamos dos: la Poesía y yo.






Ahora que estoy hecha de
sol, arena
y ausencia.

Me queda 
el nunca
y la nada
derramándose sobre mi cama.

No tengo derecho
a escoger un solo recuerdo
y alabarlo en este templo
a oscuras.
Aun así
habrá que elegir 
un nombre,
una imagen, 
una banda sonora,
habrá que trazar una línea 
que  empiece y acabe
en el infinito.

Los pliegues de los días
están manchados de cerezas.
Solo sé que no es temporada
de palacios,
de aviones, 
trenes,
de buscar 
el roce de tus manos.

Este aire que alimenta
mi respiración
se desnuda.
Las marañas de luz
sudan
en mi cuerpo.

Los pájaros son de cristal
y no encuentran azul 
sobre el que deslizar sus alas.

El cielo que brota
en la página en blanco
no le pertenece a nadie.

Sin embargo trato de volar
yo, con mis dedos 
por encima de cada letra
aunque no sepa
si encontraré una palabra
que sostenga todo este vacío.

Ahora
me engancho una estrella
a los tobillos,
bajo la ventanilla del coche
y respiro
el olor a sal,
ahora cambio de marcha
y no sé si sujeto
el papel o el alma.

Ahora
solo quedamos dos:
la Poesía 
y yo.