jueves, 10 de enero de 2013

Tú, 22 años.





Azul.
Sujetabas mi mano
porque era pequeña y la vida
me quedaba demasiado grande.
No sé explicar mis 22 años
si no es contigo cosida
a cada recuerdo cotidiano:
desayunar, poner la mesa,
sentarme en el sillón,
lavarme los dientes,
entrar y salir de casa
o escucharte decir, cada noche,
¿qué ponen hoy en la tele?
Sujetabas mi mano,
me acompañabas al colegio
en el asiento de atrás del coche
y, por aquel entonces,
yo no sabía qué significaba
desaparecer.
Tampoco lo sé ahora.
No sé aceptar la lejanía
de alguien que siempre va a estar cerca.
Lo que amamos nadie debería
arrancarlo nunca de nuestro lado
mientras estemos jugando
a esto de existir.


Blanco.
Olor a hospital.

Suelos que pisan fantasmas.

Habitaciones prestadas.

Cuerpos de paso.

La calefacción no basta,
todo es extremadamente frío.
Me cruzo con él en el pasillo
y pienso que es demasiado joven
para mirarme con tanta tristeza.

Ella ya no es ella,
no puede mirarme.

Los colmillos de la vida 
arden
en una habitación de paso.


Gris.
Hace mucho frío fuera de la habitación.

Me meto las manos en el corazón y
tampoco encuentro calor ahí dentro.

Los versos de hojalata van rodeando mi nuca.

Todo se ha parado en esta intersección.

Junto los pies, aprieto los labios,
me siento en la acera.

Todos son ajenos a todo.
Todos somos
nadie más.
Todo sigue, paso a paso.

Este sol me da asco.


Morado.
Se va mientras algo está naciendo.
Como si algo demasiado grande buscara su hueco.

Se tocan los días más felices 
y más tristes de mi vida:
Un llanto en la espalda de la oscuridad
y otro en el vientre de la luz.

Me siento pequeña y torpe
por no haberte enseñado a tiempo
lo que he podido llegar a ser
cuando estabas conmigo.


Negro y marrón.
Tengo dos colores 
extendiéndose sobre mí.
Negro.
Marrón.
Tengo un sonido:
una puerta que se cierra.
Y otra.

Una puerta se cerraba 
y ni siquiera estabas ahí
para poder mirarte por última vez
mientras te marchabas
no sé
sintiendo qué
o llegando hacia dónde.
Te marchabas rápido, desnuda,
con las alas aberiéndose en el estómago.

La puerta se cerró.
Primero negro
y luego marrón.
Tú te expandías
sobre todo.


Azul oscuro.
Ya no sujetas mi mano.

Sujetas mi alma
porque vuelvo a sentirme pequeña 
y la vida se me queda demasiado grande.

La puerta se cerró
pero
aún me pregunto
si esa era una forma de ver
cómo te marchabas

o cómo te quedabas, 
definitivamente,
para siempre.



12 comentarios:

  1. Lo que no se olvida no se va, así que yo personalmente pienso que se quedó para siempre contigo, está en tu poesía, en tus azules...

    Un abrazo muy grande.

    ResponderEliminar
  2. No podría expresar como me llega esta entrada en particular...hay colores que no alcanzan a definir ciertas certezas. Y aún así te comprendo...es tal la fuerza de las no despedidas que muchos hemos sufrido en los hospitales que...te comprendo...y vuelve el azul a mi mente, a mi respiración, al palpitar de tus letras.
    Un beso inmenso!!!

    ResponderEliminar
  3. esto es lo más bonito que he leído en mucho tiempo... me has hecho soltar la lágrima, yo también la echo tanto pero tanto de menos...

    ResponderEliminar
  4. Aquí la palabra huída nos abofetea la cara a todos quienes leemos el poema.

    Besos.

    ResponderEliminar
  5. Aquí la palabra huída nos abofetea la cara a todos quienes leemos el poema.

    Besos.

    ResponderEliminar
  6. El primero y el último parecen cerrar un círculo. Y juro que si no estuviese en esta oficina tan fria, me largaría a llorar. Tan pequeña...

    ResponderEliminar
  7. Justo el pasado 7 de enero se cumplió el primer año del fallecimiento de Mamá. ¿Sabes una cosa K? En ese tiempo llegué a entender que alguien amado nunca se va de nuestro lado. Con el tiempo te darás cuenta que es persona siempre estará contigo: vivirá en la forma de sonreir de otra persona, en una palabra que ella usaba y que la pronuncia otra voz, un gesto calcado en otra persona, en la manera de pararte ante la vida y sus misterios...

    Nunca, pero nunca, quien nos ama (y nosotros lo amamos en retribución) nos deja, jamás.

    Quisiera poder abrazarte tanto en este momento...
    Desde aqui, te abrazo fuerte, K.

    ResponderEliminar
  8. Querida K,

    Si la sensibilidad tuviese una combinación cromática, sin lugar a dudas, predominaría el azul.

    No hace mucho, probé de lo amargo de la ausencia.

    Con este post has atravesado todas las capas de mí, para acercarte al alma.

    Nunca serás pequeña. Eres grande...

    ResponderEliminar
  9. Creo que las palabras se quedan cortas para decirte lo que has conseguido transmitir, de todos modos, sospecho que tú ya lo sabes.

    "Y el poema cumplió su cometido,
    ella, quedó enmudecida."

    Besos bella.

    ResponderEliminar
  10. Creo que esa forma que tienes de hacer sentir con las palabras, en serio, es mágica.
    Muáá!

    ResponderEliminar
  11. He llegado aquí por casualidad, pero las casualidades no existen. Necesitaba leer algo así y has aparecido de repente. Me has hecho llorar. Has arrancado emociones de lo más profundo de mí misma. Lo que todo escritor ansía es arrancar emociones y hacerlas manar. Enhorabuena, conmigo lo has conseguido.

    Me quedo por aquí.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Cual sera el color de manana? espero que una mas agradable a tus sentidos. Recuerda que hay muchos mas mananas que tu determinas aunque haya el ocasional dia indomito. pero te aceguro que hay un dios y que con el se vive mas que uno!
    que estes bien (:

    ResponderEliminar