miércoles, 9 de octubre de 2013

La Ciudad Azul (I y II)






La Ciudad Azul (I parte)

Que nunca empiece
y que nunca acabe
es prácticamente lo mismo.

Yo tengo una historia
que empezó
una vez tras otra.

Mi soledad apuñalaba las aceras.
Pero nunca estaba sola.
Estaba yo frente al mundo
como si todo fuese 
un espejo gigantesco.

El silencio me gritaba
en cada rincón de la Ciudad.

Maldita y preciosa Ciudad,
me recuerdo sentada en la barra del bar, pensando
'el mundo es esto que me trago con los ojos'.
Intuía la paz en el tráfico 
que rodeaba Plaza Cataluña.
Esperaba que la llama azul me besara por dentro,
esperaba, desde ese otro lado,
saboreando los instantes previos.

Bajé las Ramblas 
y me senté en el puerto,
rodeada de gaviotas,
pasando páginas, 
rasgando miedos,
acumulando sonidos y silencios,
mirando mi vida
directamente a los ojos.
(Admito que quise quedarme 
en aquel instante
para siempre.)

Quiero recordar ese cielo gris de octubre,
el batir de alas, el viento despeinando las calles,
quiero recordarlo a cada segundo
para que esa belleza intensa 
y casi dolorosa
no se vaya apagando.



La Ciudad Azul (II parte)

Te puse el alma sobre la boca.

Era exactamente esa voz,
esa voz de nuevo.

Hicimos sagrado cada lugar 
que moldeamos 
con nuestra presencia.

En algunos momentos
se abrió un agujero en el tiempo
y comenzamos a masticar 
los segundos a conciencia.

Justo entonces la huella
se hizo sobre mi piel.
Justo entonces mi piel
estorbaba.

Justo entonces
comencé a creer en la eternidad.


No quise pronunciar el futuro, 
no quise mover
ni un solo milímetro de mí,
estaba en todo, en todas partes a la vez,
sentí un escalofrío como un relámpago 
y quise tragármelo todo de golpe,
quise serlo todo,
amarlo todo,
apretarlo contra mí 
hasta que se resquebrajase
en mis retinas, en mi saliva,
en mi sangre.

Le besé los pies al cielo.
Abracé los escombros.
Pedí clemencia.

Lo comprendí todo.



4 comentarios:

  1. Porque sí, porque la eternidad es esos momentos y no otra cosa... Un abrazo.

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  2. Hay ciudades que te salvan del abismo de la vida y en las que te gustaría dejar tu nombre en cada baldosa. Aunque creo que las ciudades no son refugios de por sí, los convierten en refugios las personas que los habitan.

    Está claro que si hay ciudades o personas que te inspiren estas cosas deberías estar siempre cerca.

    Salud y besos.

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  3. Cuanta razón tienen tus versos que rezan " Que nunca empiece / y que nunca acabe / es prácticamente lo mismo", y sin embargo, cuando momentos que empiezan deseamos que no acabasen nunca, y al final nos arrepentimos de que haya empezado.

    Supongo que la eternidad es algo parecido, aunque yo siempre he pensado que todo lo que no acaba de un modo u otro pierde valor.

    Cuídate.

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  4. No hay ciudad que no oculte las raíces de nuestra historia personal.

    Besos.

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