viernes, 13 de noviembre de 2009

converger, digerir y diferir.




Perro flaco que corre por tu cuerpo desnudo; halla su escondite en el desierto celeste que te recubre, te baña con su lengua, se orina alrededor de tu ombligo, alrededor de tu pecho,

y sin embargo no te ama, no te necesita,

sólo marca su territorio, sólo olfatea, huele tu sudor, busca comida, se lleva en sus pezuñas los despojos de tu imagen, gruñe a tus fantasmas...

Tú, dueña de esas cuatro patas que se suman a sus extremidades, no puedes castigarle si miras sus ojos tristes... Él sigue, no le importan nada los ladridos ajenos, sigue buscando su hueso entre los pellejos, cuero materno sobre cuero estelar, piel contra piel. Se hace humano en ti.

Dueña y animal aprenden a nadar, a domesticarse, a negarse, a no mirarse, a no exigirse, a seguir existiendo ciegos, mudos, pero nunca sordos, nunca dejando de escuchar la inequívoca presencia del uno en el otro, nunca sin escuchar los pasos del corazón contrario.


Aprenden a sostenerse, mancos,
con las manos de un único sueño
anudadas en la espalda.

3 comentarios:

  1. Kristel que entrada más rara!! jeje, y hace mucho frio para que te hagas esas fotos!! un besote!

    ResponderEliminar
  2. me suena como que el perro una persona o que el humano es un poco como el perro. no puedo pensar bien con este dolor de cabeza jeje.
    perdona si se me hiso chistoso este poema, porque este tipo de cosas son las que me dan gracia.
    muy bonito y descriptivo jeje.
    ese perro!! no? jeje. muy chistoso cris.

    ResponderEliminar